El mejor y único material que contamos para saber sobre la vida y pasión de Jesús son los evangelios, ya que contienen muchos datos biográficos y sólidos pero no son lo que hoy se conoce como relatos biográficos. La tarea principal de los evangelios, sin lugar a dudas es, dar testimonio de la buena nueva; que en la persona de Jesús se ha manifestado el amor del Padre para con nosotros los humanos. Dejando de lado muchos hechos históricos, pero subrayando su amor y el fruto de su sacrificio.
Desde el principio en el libro de Génesis se habla de Jesús (aunque no en primera persona), y a lo largo de todos los libros que forman la Biblia el personaje principal es Jesús, es la resurrección, aunque algunos profetas llegaron a hablar del martirio, como lo hizo el Profeta Isaías:
“¡Miren¡ Mi siervo estará puesto en alto y ciertamente será elevado y ensalzado en gran manera al grado que muchos clavaran en Él sus ojos con asombro –tanto más fue la desfiguración en cuanto a su apariencia que la de cualquier otro hombre-”
De esta forma profetizada Isaías, pero de ahí en adelante cualquier otra revelación que Dios da a sus profetas es referente a la resurrección, solo Isaías nos habla de la flagelación, de cómo quedaría su apariencia después de sufrir en su propia carne el martirio que le llevo a la muerte, muerte injusta, pero, que en Él tomo sentido: murió para devolvernos lo que Adán perdió en el Edén.
Adán además de perder la autoridad, el derecho y, el dominio sobre la tierra, perdió el Espíritu Santo, El canal permanente de comunión constante con Dios.
Al Jesús morir, nos devolvió esa conexión directa con Dios Padre, a través del Espíritu Santo. Como escribiría El apóstol San Pablo a la Iglesia de Galacia: “Cristo nos redimió de la maldición de la ley, hecho por nosotros maldición (porque está escrito: Maldito todo el que es colgado en un madero), para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por la fe recibiésemos la promesa del Espíritu.”
En estas fechas que deberían de ser de reflexión, quedaría demás escribir tantas cosas sobre la vida de nuestro Señor, solamente recordar que por su amor estamos vivos y en Él tenemos la esperanza de una vida mejor. La mujer cuando da a luz, tiene dolor, porque ha llegado su hora; pero después que ha dado a luz un niño, ya no se acuerda de la angustia, por el gozo de que haya nacido un hombre en el mundo.
También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. Con estas palabras Jesús consolaba a sus discípulos, según las palabras de San Juan.
También vosotros ahora tenéis tristeza; pero os volveré a ver, y se gozará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestro gozo. Con estas palabras Jesús consolaba a sus discípulos, según las palabras de San Juan.
Se que ahora sufrimos, lloramos, vivimos en un mundo donde reina la maldad, rodeados de egoísmo, personas que hoy te profesan amor, mañana te desprecian, muchas veces nos encontramos solos y vacíos, sin que nadie nos entienda y valore. Lloramos sin saber el porque, tenemos miedo a lo que nos deparara el futuro, miedo a que la muerte sea nuestra única escapatoria, porque ya no vivimos: sobrevivimos, en este mundo lleno de lágrimas.
Nos acostamos y no dormimos, despertamos y nos enfrentamos a nuestra más dura realidad: el vivir sin esperanza,
Trabajamos como esclavos, para que otros se beneficien del esfuerzo, sin poder quejarse, sin derecho a nada. Y así poder llevar un trozo de pan que humedecemos con lágrimas, y sollozos.
Pero sabemos que de todas estas cosas “nos librara el Señor”
Se que “muchas son las aflicciones del justo y que de todas ellas nos librara el Señor”, solo nos acordamos de Dios cuando estamos enfermos o sentimos próxima la muerte, no nos merecemos que Dios Padre nos llame a su diestra, hemos infringido todas las leyes, basta que se nos diga una cosa para que hagamos todo lo contrario, pero aun así de tal manera fue el amor de Dios Padre para con nosotros que dejo que su único Hijo muriera en la cruz para expiarnos de nuestros pecados.
Si me quedase con un versículo de los Evangelios, escogería aquel que dice: “Mi alma está triste hasta la muerte”, cuanto dolor sufrió Jesús por nosotros, viles pecadores. Todavía no lo puedo imaginar, sentirse próximo a su propia muerte, injusta, muerte que le fue ofrecida por nuestra culpa, muerte que llevo por nosotros. Como escribí antes no quería escribir hechos sobre la Pasión de Jesús, solo quería escribir de su amor y su bondad para con nosotros.
“Con misericordia y verdad, corrígenos de nuestros pecados;
Con tu temor apártanos del mal”.
Albert Martin Ayala
Albert Martin Ayala
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