Mi General. Aquí está de nuevo este soldado. Para seguir narrándole los
cambios que se han producido desde su partida. Perdone que lo narre en primera
persona. S. E. que estará donde los
elegidos, podrá leer los corazones y, sabrá que no me guía ningún afán de
protagonismo. A esa edad uno ya está de vuelta de vanidades. Lo hago porque me
resulta más sencillo y, otra porque no es lo mismo narrar tus vivencias propias
que las ajenas.
Me convocan a un acto en la Jefatura Comarcal del Movimiento, en la que hablaran
unos mandos provinciales. Acudí y, nos reunimos unos cien miembros de la
Guardia de Franco y, el Movimiento. El bueno de don Pedro, que no tenia malicia
alguna, nos presenta a los oradores como si fuesen los Reyes Magos. Nos
empiezan a contar que vendrán grandes cambios, pero que todo será de
mentirijilla, que todo seguirá igual, que no disolverán nada del Movimiento.
Que teníamos que seguir fielmente los dictados de la UCD, que todos ellos eran
del Movimiento, camaradas nuestros y, no nos iban a traicionar. Todo el mundo
estaba tragándose la milonga. En cuanto termino el primer orador entre grandes
aplausos, me levante y, me dirigí a los presentes. Les desmonte todas sus
mentiras, una a una. Los trate como lo que eran, una banda de traidores. Les comunique
que la UCD había contactado conmigo, para que fuese el delegado comarcal, que
me habían ofrecido un generoso sueldo y, lo rechace. Lo mismo que sucedió con
Alianza Popular. Empecé a enumerarles los agravios que cada día, recibía S. E.
en todos los medios de comunicación. Como las calles estaban tomadas por los
marxistas y, como se perseguía a los nuestros. Como nuestros mandos alababan a
los etarras como “luchadores antifranquistas y, por la libertad”. Y, no hace
falta decir que se acabo el acto y, por poco los linchan.
Sabe S. E. que en aquel tiempo, era delegado de Fuerza Nueva. Así que desde
ese momento, tuve que liderar con la Guardia de Franco y, el Movimiento por
generación espontanea. Me propuse seguir como si S. E. estuviese vivo.
Conmemorábamos todas las efemérides, desde el 18 de Julio, día de la
Liberación, 20-N. En todos los actos, no podía faltar celebrar la Eucaristía.
Íbamos por las calles con nuestras banderas y, camisas azules, como si nada
estuviese cambiando. También por entonces era el presidente de la Asociación de
Amigos del C.I.R. nº 10 y, las misas funerales por S. E. y, José Antonio. Lo
convocaba a nombre de la Asociación, para que así las primeras autoridades;
alcalde, concejales, tte. Coronel de la Guardia Civil, comisario de Policía
Armada. Asistiesen a la misma. Los templos los llenábamos, pero no todo era tan
fácil.
Nos cedían los templos, pero ningún sacerdote local quería oficiar la
Eucaristía. Siempre tenía que ser el sacerdote don Ángel García de Barcelona.
Un patriota de verdad. Valiente y, entregado a la causa. La última misa, me
atreví en la Basílica de Nuestra Señora de la Seo. Creo que es el segundo
templo más grande de Europa. El padre García de oficiante y, este que le
escribe de monaguillo. Contratamos al organista de la basílica que, tenía una
composición que se hizo ex profeso para su funeral en Madrid. Llenamos el
templo. Todo iba bien… hasta que llego la hora del sermón. El padre García no
tenía pelos en la lengua y, la emprendió contra Trancón y, los monseñores… Tengo que reconocer que los aspavientos y, la
declamación del reverendo, se asemejaban más a un mitin que a un sermón. De
repente veo un sacerdote de la basílica que, hablaba con el organista y, este
se va. Luego viene hacia mí y, me dice: “haz callar a ese tío”. Le
respondí que, si él quería terminar el
santo oficio sí. Por supuesto se negó. Al poco desconecto la megafonía y, el
padre García elevo más el tono. Como el padre se dio cuenta de la treta del
sacerdote, la emprendió con él. Y, este respondía con aspavientos. Las
autoridades se fueron marchando discretamente. Y, al final corto toda la
iluminación. Solo alumbraban las velas. Pero todos permanecieron hasta el
final. No cundió el pánico. Al día siguiente me comunican que la lápida por los
Caídos que estaba en la fachada de la Basílica, estaba destrozada. Fuimos hacia
allí y, tomamos la corona de laurel que el día antes, habíamos depositado en el
monumento a los Caídos y, la colgamos en el lugar donde estuvo la lápida.
Frente al templo había el albergue de los sacerdotes y, allí estaba el
sacerdote desafiándonos, junto con una
chiquillería que entonaban el “Cara al Sol” en plan de mofa. Fui hacia ellos y,
se metieron en el interior y, ya no me atreví a entrar. Hicimos un acto de
desagravio, unas oraciones y, cantamos el “Cara al Sol” con los gritos de
ritual. Acordamos hacer guardia toda la noche para que la corona no la
quitaran.
LAPIDA DE LOS SACERDOTES ASESINADOS EN MANRESA |
Es muy penoso para mí, contarle todo esto a S. E. Salvo la vida de miles de
sacerdotes, obispos y, monjas. Reconstruyo todos los templos que los rojos
incendiaron o, dinamitaron. Salvo a millones de españoles que hubiesen sido
torturados y, asesinados por su fe. Saco a los españoles de las catacumbas. Les
dio una dignidad que nunca habían tenido. Y, ya en vida suya. Conspiraron
contra S. E., se abrazaron a sus verdugos y, traicionaban no solo contra S. E.,
si no contra España y, nuestra propia Iglesia. Sacristías en Vascongadas,
convertidas en polvorines y, refugio de etarras. Abrazando los separatismos más
radicales y, violentos. Amparando y, justificando el terrorismo de ETA.
Enterrando a los etarras como mártires, comparándoles con Jesucristo. Mientras
a las víctimas se oficiaban los funerales por la noche y, tenían que entrar por
la puerta de atrás. En mi ciudad fueron ejecutados treinta y cinco sacerdotes
y, ciento veinte seglares. Solo quedo en pie la Basílica, convertida en una
cuadra de caballerizas. En los primeros años de la “transición”, los pulpitos
eran una tribuna de exaltación al marxismo. Así que, la conducta del padre
García, era en clara respuesta a la deriva marxista de la Iglesia. Y, aquí voy
a culparme de algo que tuve que hacer, para no salir vomitando de los templos
en que acudía a misa. Me situaba frente al atril y, cuando el sacerdote se
excedía en sus arengas, cuando faltaban al respeto que se merecía S. E., abría
mi anorak y, el cura podía ver una garrota que estaba sujeta al pantalón. Era
mano de santo. Inmediatamente la arenga, se convertía en sermón.
MISA 20-N EL PADRE GARCIA DE OFICIANTE |
20-N MISA EN CASA CARIDAD. DE AHI LOS PRESENTES QUE TOMAMOS EL AUTOBUS HACIA EL VALLE DE LOS CAIDOS. |
Mañana seguiré Excelencia. Interceda por España. Se lo suplico.
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