
Los que si nos atrevemos, porque no sabemos vivir de otra manera, lo hemos sufrido ya en persona. ¿Quién puede ser tan estúpido de no darse cuenta de que un país como España no puede sostenerse manteniendo 19 gobiernos con todos sus diputados regionales?, Por ejemplo. Pues millones de españoles demuestran cada cuatro años que hemos perdido el sentido común. ¿Quién puede estar tan ciego como para sostener que los sindicatos oficiales velan por el bien común de todos los trabajadores después de ver lo que hoy acontece en España? ¿Quién se cree que el “faisán” se cocina en los ayuntamientos de Cataluña o que “Gürtel” es un restaurante de Andalucía al que hay que ir de traje? ¿Quién se cree que España esta gobernada por elementos sensatos y existe una alternativa en la oposición? Nadie serio, me temo.
Pero no, yo ya no suelo escribir de la porquería que vemos cada día, más que nada porque la lucha que hay que llevar a cabo no es cuestión de una, dos, o tres legislaturas. La cuestión no es cambiar a unos por otros, eso es perder el tiempo – el poco tiempo que nos queda -, cambiar blancas por negras no te hace ganar la partida. Necesitamos más. Necesitamos llegar al corazón de la gente que aún es aprovechable, sobre todo los más jóvenes. Es ahí donde debemos incidir en nuestro esfuerzo, sacarles de su cuadratura mental y abrirles el horizonte. Tampoco se trata de decirles a quién deben votar, porque no hay ninguna alternativa lo suficientemente consolidada como para esperar que se produzca un cambio en el mapa electoral, ni hacerse cada uno un partido a medida, ni organizar alborotos callejeros (para eso están las descerebradas hordas izquierdistas), no. Se trata de otra cosa.
Se trata de la batalla de las ideas, de una guerra cultural a muerte frente al sistema. Si no cambiamos primero la forma de ver el mundo de una elite determinada no estaremos haciendo nada. Si, no es fácil. Por eso llevará mucho tiempo y grandes dosis de paciencia y tesón. Pero vayamos despacio. La batalla de las ideas no se libra dentro de un partido político, al menos dentro de los partidos del sistema, sino dentro de la sociedad. En tu parroquia, en tu trabajo, en tu círculo de amigos, ahí hay que comprometerse con las ideas que defendemos aunque eso nos haga perder algún que otro amigo por el camino. La manifestación contra el aborto de hace pocos días, por ejemplo, reunió a muchísima gente, pero había muchos dentro del todo que obedecían órdenes del llamado partido de la oposición. Por eso no nos vale para medir el reflejo social que el trabajo que muchos como nosotros estamos intentando hacer.
El aborto forma parte de la voluntad de unos pocos elegidos, no por el pueblo, sino por ellos mismos, que han decidido que el mundo debe ser de una determinada manera. Los clubs exclusivos como Bildelberg, la Trilateral o el Club de Roma, al que son invitados personajes influyentes (en España: Esperanza Aguirre, Cebrián, Rato, la Reina Sofía, etc.), el control de la población por medio del aborto libre y las enfermedades de diseño (Sida, Gripe A, etc.), la implantación de los “alimentos transgénicos”, la orientación de la reeducación por parte de los Estados, lo que se esconde tras el famoso escudo antimisiles, la guerra silenciosa de Haarp, la fumigación sistemática de la población por medio de los llamados Chemtrails, la propaganda de unos medios de información previamente dirigidos, la imposición de la constitución europea sí o sí…
¿Y saben lo más curioso? A esos niveles ya no hay izquierda ni derecha. Por que la ideología global no reconoce esos términos, eso queda para el pueblo, pan y circo, una enorme cortina de humo para esconder sus verdaderos objetivos. Todos están de acuerdo en el modelo a implantar desde los USA hasta Europa, desde Rusia hasta China.
Lo dicho, paciencia y tesón.
Fuente: elnuevoalcazar.com
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