EMILIO UTGES HUERTA
Este fin de semana ha sido noticia el maltrato a dos hermanos gemelos de apenas tres meses de edad, por parte de sus “padres”. Ambos fueron ingresados en un centro y, uno de ellos falleció en el hospital, mientras el otro se debate entre la vida y la muerte.
La noticia me afecto mucho. Como siempre que un ser indefenso sufre malos tratos. Ya desde un feto, un bebe, un anciano o cualquier animal. Hay leyes que se aplican como agravantes como el de la violencia de género o la xenofobia. Sin embargo para los más débiles no.
Me cuesta y resulta imposible de comprender, como una persona puede llegar a esos extremos de bestialidad. Para mi forma de ser. Esas bestias no merecen ningún trato humano. La noticia con ser escandalosa, no se acaba en la misma. Si no que cada año se incrementan el número de atrocidades de ese tipo, lo que indica que estamos ante una sociedad enferma, muy enferma. Creo que algunas medidas se deberían tomar para frenar esas bestialidades. Mucho hay que agradecer a los cuerpos de seguridad del Estado que, continuamente hacen redadas de pornografía infantil. Es grave ese gozo de colgar video y fotos en Internet. Pero lo que aterra y pone la piel de gallina, es quienes someten a esos seres indefensos a esas aberraciones. Parece que escandalizan más las fotos que el delito en si. Algo así como que, escandalizaran las fotos de un crimen, más que el propio crimen. Hay que ir a la raíz. Que no se produzcan esas aberraciones.
La violencia es cada vez más extrema y amplia. Desde aquellos que apalean y queman con gasolina a un gato, practican palizas a los perros, los matan de hambre, los utilizan para peleas crueles hasta la muerte con apuestas incluidas, los dejan sin asistencia veterinaria o los abandonan en cualquier carretera. Admitimos esas crueldades como algo normal y, eso mismo se ha trasladado al género humano.
Cuando la violencia se empieza a tolerar con los animales, se da paso a la práctica con los humanos. Se esta repitiendo hasta la saciedad de que estamos inmersos en la cultura de la muerte. Donde la vida carece de todo valor. Donde empieza en las aulas con los propios alumnos y profesores, hasta que la espiral llega al propio hogar. Nunca se había visto que niños de corta edad, maltraten a sus padres y además con una crueldad y violencia que les puede llevar hasta la muerte. Ya no queda ni la conciencia de pecado. Este es un fruto más del ateismo y laicidad negativa que se impone desde los propios gobiernos.
Si se puede asesinar legalmente a un nasciturus ¿Cómo luego puede haber conciencia de matarlos fuera del vientre de la madre? De toda la vida, las madres que no deseaban tener un hijo por cualquier razón, lo daban en adopción o lo depositaban en el torno de una casa de religiosas. Y, ahora que pueden ver a su hijo en una pantalla de televisión, con su rostro, como mueve las extremidades, escuchar como le palpita el corazón, es cuando se les asesina. También es trágico como los ancianos son abandonados en una residencia que no es otra cosa que enterrarlos en vida. La violencia se ha convertido en una compañera de nuestras vidas. Diariamente asistimos a la muerte de cientos de personas en guerras, actos de terrorismo, accidentes y por fenómenos de la propia naturaleza en cada canal de tv. Si eso fuese poco. El cine es donde más se ahonda en esa cultura de la muerte, con guionistas y directores de mentalidades enfermas que en vez de abogar por la vida, dan ideas de cómo aumentar la crueldad. El caso más escandaloso que conocemos, es el del asesinato de la niña Marta del Castillo. Donde los autores y cómplices van de héroes en las televisiones y, encima se enriquecen en los platos de tv a costa de tan monstruoso crimen y, si no fuese poco se burlan a carcajadas de los padres de la niña, negándoles el derecho de velar y enterrar su cuerpo. A todos los españoles por los multimillonarios gastos de su búsqueda en el Guadalquivir, vertedero y una finca. Tanta legalidad, apoyo institucional y económico para asesinar a un ser indefenso y, tanto escrúpulo para no ejecutar a esas bestias indomables, nos convierte en bárbaros, más propios de civilizaciones extinguidas.
Ya es hora de decir BASTA!!! De lo contrario nuestra civilización se extinguirá por su propia decadencia. Y… si no, al tiempo.
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