sábado, 19 de octubre de 2013

MI REPLICA A ESTE ARTICULO: ELEVANDO A LOS ANIMALES, REBAJANDO A LOS HOMBRES

Poseer animales domésticos y tratarlos bien es una costumbre inmemorial, sobre todo tratándose de perros. Es claro que no se debe someterlos a sufrimientos sin razón proporcionada. Nadie es contrario a eso.
Sin embargo, una moda inducida e irracional ha llevado a mucha gente a colocar a los animales en un nivel superior al de los humanos, lo que es desbordar el sentido común, pudiendo llegar a ser pecaminoso, pues contraría la jerarquía establecida por Dios en la Creación.
La Sagrada Escritura es muy clara al respecto. Dios dijo al primer matrimonio: ” Llenad la tierra y sometedla. Dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los animales que se arrastran sobre la tierra”. (Gen. 1,28).
Además, el Catecismo de la Iglesia Católica, promulgado por Juan Pablo II, determina: ” Dios confió los animales al gobierno de aquel que fue criado a Su imagen (el hombre). Es, por lo tanto, legítimo que nos sirvamos de los animales para la alimentación y para la confección del vestuario. Podemos domesticarlos para que sirvan al hombre en sus trabajos y descanso. Los experimentaciones médicas y científicas con animales son prácticas moralmente admisibles, si no traspasan los límites de lo razonable y contribuyan para curar o ahorrar vidas humanas” (2417).
* * *
Sin embargo, el infausto proyecto de Código Penal, que está siendo analizado en el Senado brasileño, llega a imponer penas mayores al abandono de un animal que al abandono de un niño. ¿Locura? ¿Desvarío? Mucho más. Es parte del proceso de rebajamiento de la naturaleza humana, actualmente en curso.
(…) La Comisión de Constitución y Justicia de la Cámara de Diputados aprobó recientemente un proyecto que establece castigos increíbles para los hombres en el trato con perros y gatos. Las penas son severas.
Así, quien mate un perro o un gato va a la prisión por el plazo de cinco a ocho años. Y el régimen de reclusión es el más estricto, reservado para crímenes graves, en los que el criminal no tiene posibilidad de un ablandamiento en un futuro próximo. ¡Es inimaginable que alguien tenga que purgar ocho años tras las rejas porque mató a un gato! Pero hay más.
Si la persona mató al perro para evitar el contagio de alguna enfermedad transmisible a los humanos, necesita probar de modo “irrefutable” que no existía un tratamiento posible para el animal. Sino consigue probar esto, su pena aumenta entre 6 y 10 años. El mismo aumento de pena se aplica si el can o el felino fuere muerto con veneno o algún medio cruel.
Pero no es sólo matarlos. También si deja de prestar asistencia o socorro al perro o al gato que correr peligro grave en las vías públicas, así como en las propiedades privadas, corresponderá una pena de 2 a 4 años de detención.
Tampoco se podrá dejar al animal amarrado con una cuerda o cadena para que no huya de la casa ni ataque a nadie: prisión de 1 a 3 años.
Imagen de Fátima que lloró milagrosamente en Nueva Orleans, en 1972
En necesario aún proporcionar una alimentación adecuada al animal, puesto que exponer la salud del perro o del gato equivale a una prisión de dos a cuatro años.
Si el agente es propietario o responsable por el animal, todas esas penas serán duplicadas: ¡16 años de prisión porque mató a un gato!
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Esa equiparación, o aún preferencia del animal en relación al hombre constituye un rebajamiento irracional de inconcebible de la naturaleza humana, ya que Dios creó al hombre a su imagen y semejanza. Rebajarlo de esa forma es profanar la imagen de Dios, es ofender al Creador. ¿A quién le gustaría que la imagen de su propio padre fuera rebajada a nivel de un perro? ¡Esta ofensa al Creador es una de las razones de las lágrimas de la Santísima Virgen!
Gregorio Vivanco Lopes é colaborador da Agência Boa Imprensa (ABIM)

MI REPLICA A ESTE ARTICULO:

Es bien evidente que el autor de este articulo, siente menosprecio por los animales.  Lo lamento.  La mayoría de sus planteamientos los comparto.
Soy un amante de los animales y, cualquiera que entre en mi blog podrá verificar que,  intento ser consecuente.  Advertí  que muchas defensoras de los animales,  a la vez son proabortistas, lo cual repudio con todas mis energías.  Es evidente que muchos animalistas,  ponen a nuestras mascotas en un nivel superior a los humanos, lo cual escandaliza. Que unas autoridades legislen unas leyes tan duras contra los maltratadores de animales,  por encima de las humanas es execrable. Dicho esto, a mi no me escandaliza la legislación a que alude el artículo, sobre las penas por el maltrato animal. Las encuentro justas y necesarias. Pero en vez de proponer bajarles el listón, yo abogo para que partiendo de esas leyes,  se promulguen otras más severas con respecto al género humano.  Pero no porque el género humano este maltratado, tenemos que desear que los animales sean más maltratados aún.
En negativo siempre he sostenido que, aquello que se aplica a los animales domésticos, se acaba aplicando al género humano y, no me he equivocado. Denunciaba hace décadas el abandono de perros y gatos y, después vino el abandono de los ancianos, bien en sus domicilios o, con más suerte en esos “refugios” que son las residencias.  Las protectoras que habían nacido para eso, proteger.  Muchas de ellas acabaron sacrificando a los animales. Los recibían en sus instalaciones, para después acabar con ellos. Pues ya estamos en ello. Ya se está practicando la eutanasia en hospitales y, residencias.  El maltrato hacia los animales, ha traspasado a los humanos.  Vemos diariamente, como padres maltratan a sus hijos,  hijos a sus padres y, la crueldad se ha hecho infinita. Si en vez de desear que los animales sufran peor trato ante la justicia que los humanos. No ganamos ni unos ni otros. Perdemos todos.  Lo que hay que hacer (a mi entender) es celebrar esa legislación y, una vez promulgada, pedir a los legisladores que se superen en referencia a los humanos.
Otra cosa que me chirria del artículo, es el tema de las experimentaciones con animales.  Eso lo reprocho totalmente.  Podría entender que un animal que sufriera una patología, se experimentara en ella para buscar el remedio a esa  enfermedad. Pero provocar enfermedades a los animales, para experimentar después, (a mi entender) es cruel e inaceptable a todas luces.  Cada especie que busque los remedios con los de su especie.  Porque si el articulista no quiere que se asemeje lo animal con lo humano, tampoco debería desear que si se mezclara para la tortura, crueldad y sufrimiento. Que cada especie arregle su ciclo vital por su cuenta.

Las fotos que ilustran el reportaje, me ofenden.  Porque esos excesos con los animales son gratuitos.  Ellos no piden que se les disfrace, ni ir a restaurantes, ni lucir joyas. Una porque ellos no pueden valorar estos actos y, otra porque, esas excentricidades ofenden a la dignidad humana con la de pobres que mueren por falta de alimento y medicinas. Las excentricidades de los dueños, no deben pagarlas las mascotas que nada piden.
Por último una reflexión.  Hablamos de animales y, de personas.  En mi dilatada vida, he ayudado a miles de personas a título personal  o, creando asociaciones de ayuda. Una de ellas, de ayuda a los depresivos. Me he pasado noches enteras hasta disuadir a un hermano de que se suicidase y, alguna que otra que ya había tomado los barbitúricos sacarle información para que acudieran a su domicilio a rescatarlos.  Ignoro la cantidad de vidas que habré podido salvar, pero son docenas.  La policía en primer término ha sido testigo de ello. Pues jamás he recibido ninguna distinción y, ni siquiera los familiares de los suicidas me han dado las gracias. Yo no he percibido ni un céntimo por mi labor, ni subvenciones de la administración. Me he pasado hasta cinco horas al teléfono de madrugada, cuando un profesional que lo tiene por paciente y, vive de esas personas, si lo hubiesen llamado hubiese colgado el teléfono.  Con mi perro pastor alemán, salvamos vidas, evitamos robos y, hasta hallamos el cadáver de un vagabundo. Salió en la prensa y, la radio y, una asociación de vecinos quiso homenajear a mi perro y, la autoridad competente no autorizo dicho acto. Con eso quiero decirle que lo más humano que he tenido en las tres últimas décadas (salvo mi extinta señora madre) ha sido a Dolby (pastor alemán),  Sort  (mi perrita abandonada) y, mis gatos. Mi decepción por el género humano es total.  Reitero que necesitaría un estadio de futbol para reunir a las personas que a título personal o a través de mis asociaciones, se han beneficiado;  moral, económica, espiritualmente y, hace un año me operaron de cáncer y, acudí al quirófano solo.  La persona (un compañero de trabajo) que más ayude durante años, se me ofreció su familia a cuidarme. Pues trabajando en el mismo hospital, ni venir a verme, pero registrar mi casa y, apropiarse de mis escasos recursos que le confié, eso sí lo hizo. Quienes acabaron cuidando de mí y mis gatas, fueron dos abuelas de ideología bien opuesta y, ateas.  Con eso quiero decirle que, el grado de envilecimiento del género humano es tan clamoroso que,  lo más humano que conozco son esos pobres animalitos que, nunca te abandonan, no tienen ningún interés, te demuestran un amor total e incondicional que ya quisiéramos tener los “humanos”.  Entre católicos que he convivido y, he compartido hermandad, entre lo que predican y lo que dan, hay un abismo.  Sinceramente no creo en los humanos.  Podría haber estado bien asistido, sin embargo dependía de un ministro que pudiera estar a mi lado y, lo que a mí me ha negado, lo ha dado a un terrorista múltiple. Mi salud es muy precaria, porque nunca mire por mí, siempre me entregue hacia los demás por qué no puedo vivir ante el sufrimiento ajeno.  Pero ha llegado a un extremo que con el género humano, solo dedico mi atención a los nasciturus, a ayudar a las entidades religiosas que velan y cuidan de los más débiles. Los niños, enfermos y, ancianos.
Al iniciar este post, no tenía previsto hablar de mis acciones.  Pueden creerme que nunca jamás he esperado recompensa alguna. Ni reconocimientos o halago alguno.  Si asi actuase, nada más empezar a descubrir la ingratitud de los humanos, hubiese desistido.  Pero soy un ser humano y, por tanto sensible a las muestras de afecto y, más como en la ocasión de mi operación.  El tema me ha llevado a ello sin querer. Siempre he tenido claro que lo que de la mano derecha no se entere la mano izquierda.  Pero alguna vez, sentir la gratitud, unas palabras amables o, un decir “si me necesitas por algo, cuenta conmigo”. Diré más. Sane de mi depresión, haciendo con los pacientes de esa enfermedad, lo que tanto hubiese deseado que alguien hubiese hecho por mí. “Cuanto más conozco a los hombres, mas quiero a mi perro”
EMILIO UTGES

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