sábado, 30 de junio de 2012

EL MILAGRO (MIS MEMORIAS I)


Mis queridos lectores: Hoy voy a escribir una parte de mis memorias y, al final sabrán la razón por que lo hago.
Hace unos años empecé a escribir mis memorias y, me detuve en el periodo de la transición. Me quede en el punto de la muerte de Franco. Ha partir de aquí no fui capaz de seguir, porque me produce sonrojo el desmantelamiento del Régimen del 18 de Julio, como no fuimos capaces de parar aquella avalancha de traición, perjurio e ignominia.
Tuve una niñez muy difícil en cuanto a salud se refiere. Sufrí varias pulmonías desde los nueve meses hasta la adolescencia. Eso hizo madurar desde muy niño, a tener clara conciencia sobre la muerte. A los once años quede postrado en una cama con un asma que me asfixiaba cada día más. Había momentos en que quedaba azulado y, tenia claro que me quedaba poco tiempo. Los médicos que, fueron muchos los que me trataron se veían impotentes para salvarme de aquella encrucijada. Uno de ellos y, en mi presencia le dijo a mi madre que ya no sabia más que hacer por mí y, le dio una idea que en aquella época era muy común. Un cambio de aires. En aquella época no era asequible para un trabajador,  irse de vacaciones a un hotel, así que se les encendió el bombillo y, pensaron en enviarme a un campamento parroquial, pero ya estaban todas las plazas cubiertas. Así que buscaron en el Frente de Juventudes y, también estaban todas las plazas cubiertas, sin embargo por influencia me asignaron plaza en un campamento dedicado a aprendices. Chicos de 14 a 20 años trabajadores de factorías como SEAT, PEGASO, HISPANO OLIVETTI, etc. Mi madre me acompaño a Barcelona para tomar los autobuses que nos conducirían al Campamento de San Quirico de Safaja. Me despedí de mi madre convencido de que no regresaría con vida a mi casa. Por un lado me entusiasmaba la idea, puesto que desde que tengo uso de razón que sentía una increíble admiración por Franco y, lo que representaba, tal es así que en el balcón de mi casa en fechas oficiales hacia ondear las enseñas de España, Falange y el Requete que con trozos de sabanas y, pintados a lápiz pastel cree y, las sujetaba con unas simples cañas. Izaba las banderas y toda la chiquillería del barrio se reunían bajo mi balcón para entonar “El Cara al Sol” y, daba los gritos de ritual con toda la pasión de un niño que se toma a pecho lo de los mayores. Así que por este lado, era un sueño ir a un campamento del Régimen. Pero estaba más muerto que vivo y, me aterraba pensar que no podría cumplir con las actividades del campamento. Apenas podía andar unos pasos y, creí que me quedaría sin aire en una de las actividades y, allí dejaría la vida.
Llegue al campamento y, ya estaban todos los jefes y, el medico informados de mi situación. Llevaba consigo todo de informes médicos, medicamentos para entregarlos al medico. El jefe de campamentos se llamaba Gil Moreno y, era moreno, el subjefe se llamaba Gil Ros y era rubio, lo cuento como anécdota. Los jefes me llevaron a una tienda y, me dijeron que sabían de mi situación y, por lo tanto en vez de compartir tienda de campaña con mis compañeros, lo haría con el medico, que no me preocupara por nada, que participara solo en las actividades que me viera capaz y, si se me hacia duro podía abandonar toda actividad. Me sentí aliviado de todos mis temores. Empecé a asistir a las charlas y, al santo oficio de la misa. En esas charlas si ya amaba a España con todas mis fuerzas, la emoción me embargaba y, se me humedecían las pupilas de respirar tanto patriotismo. Allí profundice en el conocimiento sobre nuestro héroe y mártir José Antonio, sobre la Falange y, casi entraba en éxtasis. Recuerdo que por mi situación era una persona que razonaba como un maduro, era muy sensible a todas las cosas que fortalecían el alma y el espíritu y, sentí que mi vida empezaba a cambiar. Me quedaba embobado escuchando las magistrales charlas que impartían acerca de nuestra gloriosa Historia, nuestros héroes, mártires y santos y, me sentía como en un cielo desconocido. Sentía el deber que tenia para con mi Patria y, en deseos de ser uno de ellos. Aquello me quedo grabado a sangre y fuego hasta el fin de mis días. Era tanto el alimento espiritual que recibía que en unos pocos días, me fui sumando a otras actividades y, a mitad del campamento ya hacia vida normal y, me asignaron formar parte de una escuadra como uno más. Hice marchas aunque llegaba el último junto a mi escuadra que no me dejaban ni a sol ni a sombra. Regrese a casa totalmente sano. Los médicos no daban crédito a ese cambio radical. Casualmente al cabo de unos veinte años, cerca de mi casa me cruce con el subjefe Gil Ros, nos reconocimos ambos al instante. Se hallaba de visita en mi ciudad y, sentí una enorme alegría de hallarlo. Lo recordaba todo muy bien y, me confeso que tal como entre, los jefes tenían la certeza de que saldría del campamento con un ataúd.
Nada más llegar quería afiliarme a la O.J.E., pero mi padre que era de izquierdas, milito en el P.O.U.M., se opuso, no porque estuviese contra el Régimen, si no porque no le gustaba que me metiera en política ya que el salvo la vida de milagro, pues en la contienda los comunistas de obediencia a Rusia exterminaron a sus camaradas del POUM. Pero a escondidas acudía al Hogar Juvenil y, al siguiente año repetí en el mismo campamento. A los quince años mi padre falleció y, a los pocos día pude ver cumplido mi sueño de afiliarme a la O.J.E.
 Para no hacer la lectura eterna, seguiré con otros capítulos más, hasta llegar a la razón que me ha conducido compartir estas memorias. Así que continuara….



En esta foto con mi tocayo Emilio, el día que estrene mi primera camisa azul, que luci con orgullo y, que aun conservo.

1 comentario:

  1. Me gustó tu historia,un poco triste pero es lo que te llevó a ser lo que supongo serás ahora.Un gran hombre en valor y coraje.

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