Anoche recibí el primer ejemplar de Los años perdidos de Mariano Rajoy, que, tras el puente de la Constitución, estará a la venta en toda España. Es un real mozo: casi setecientas páginas en formato grande que, en realidad, guarda dos libros en uno: el ensayo de setenta páginas que da título al libro y una selección de los textos –desde el apunte al hilo de la actualidad en LD al ensayo breve de esta sección cada domingo, pasando por mi habitual columna en el diario "El Mundo"- que he publicado desde 2011 sobre Rajoy y su muy cambiante circunstancia. Son catorce años de artículos y un ensayo sobre la extraña personalidad y la desesperante acción política de un señor al que, tal vez, sólo le quedan catorce días en el Poder.
Con los libros sucede como con los hijos: siempre te sorprende que estén ahí. Aunque hayas hecho lo que había que hacer para tenerlos, parece imposible que estén en tus manos, que pesen, que se abran y cierren, que vayan a vivir su propia vida, necesariamente tuya pero, desde ahora, sin ti. Los niños demuestran que están vivos cuando lloran y las lágrimas de los libros son las erratas. Hay dos cosas que, en el crepúsculo de la civilización del papel, no entiendo: una es que los periódicos clásicos, con tecnología modernísima, cierren muchas horas antes que cuando los tipos eran de plomo para salir a la misma hora; otra, que, desde que se pueden corregir los textos en el ordenador, las erratas sobrevivan a las correcciones. Debe de ser la "venganza de Moctezuma" de la versión mexicana de Word, que en el momento y lugar que menos esperas, te ataca y te deja fatal. Puedes corregir tres veces un año o reparar cuatro una redundancia: sobrevive el error y triunfa la redundancia, porque sí, porque pueden y porque lo digital te mete el dedo en el ojo, a ver que te has creído. Hay algunas en el ensayo pero las acepto –y espero que lo haga el lector- como la llantina del recién nacido: con la resignación, no exenta de alegría, de saber que si llora, vive.
Los "agujeros negros" de un político
El ensayo o mediolibro comienza por el día en que conocí a Rajoy, 22 de Septiembre de 1987, en circunstancias extrañísimas, que no ahorraré al lector para que sea comprador. Toda esa parte es el retrato de un tío raro, cuyas ideas, rescatadas de dos textos de sus comienzos políticos, estaban bastante alejadas de la época que viví y evoco; los dorados y casi olvidados años 80, cuando la derecha de todo el mundo, también la española, dejó a un lado la socialdemocracia y redescubrió el liberalismo clásico. Fue la era de Reagan, Thatcher y Wojtyla. Aquí, la época de la lucha en AP y PP entre el populismo neofranquista de Fraga, el filofascismo de Verstrynge, la democracia cristiana del PDP y el liberalismo de todos los grupos que se reunían en Albarracín y de los que salieron, en lo intelectual, La Ilustración Liberal, Libertad Digital y esRadio; y en lo político, el PP de Aznar desde 1990 hasta 1999, cuando se hizo centrista y democristiano, o sea, Poder.Pues bien, a Rajoy, como prueban sus textos, aquella ebullición de ideas le resultaba tan ajena como a un seguidor de Conchita Bautista en Eurovisión el "suicidio famélico" de Toño Sanchís en Sálvame Deluxe. No está a la derecha o a la izquierda de nadie sino en un antes, en un aún. Pero no tener ideas o tenerlas empeñadas en el Monte de Piedad del casino del XIX, el de café, copa, puro y chiste -al final, llegaba Bertín- fue lo que, paradójicamente, al desvanecerse el proyecto liberal de Aznar, llevó a Rajoy al Poder. En "El equipaje del Rey Rodrigo" cuento cómo. También el papel clave que Rajoy fue asumiendo entre 2002 y 2004. Y una comida en Moncloa –con Luis Herrero de testigo- durante la Guerra de Irak que prueba la patología del PP en materia de medios y de incomunicación. Y la capacidad de mentir de Rajoy.
Pero lo esencial del libro, de estos dos libros en uno, son los "agujeros negros" de Rajoy desde Agosto de 2003, cuando Aznar lo designa sucesor, a Noviembre de 2015, cuando, exhausta la legislatura, convoca elecciones. En el ensayo y en los artículos que, día a día y año por año -cada asunto se explica brevemente antes del titular- les he dedicado, sobresalen cinco:
1- El 11M, su manipulación mediática y encubrimiento judicial, que son claves de la demolición del Régimen de 1978 acometida por Zapatero.
2- El terrorismo vasco (y navarro), cuya legalización criticó en ZP, luego mantuvo, agravó con la suelta masiva de etarras disimulados entre delincuentes comunes y remató con otro caso De Juana: el de Bolinaga.
3/ El separatismo catalán, al que se pliega cuando hereda a Aznar, combate en la primera legislatura de ZP -marcada por el nuevo Estatuto-, se arrepiente en la segunda legislatura zetapeica y, al llegar al Gobierno, por su cobarde inacción, se ha convertido en el problema más grave de España.
4- La crisis económica, heredada de ZP y a la que promete combatir con el programa liberal de Aznar. Hace justo lo contrario: sube ferozmente los impuestos, no baja el gasto público, incumple todos los años el objetivo de déficit pactado con la UE, dispara la Deuda y afronta de forma errática el rescate de las Cajas y la reforma laboral. El sector privado -los números no engañan- es el que ha cargado con el peso del ajuste. La casta política ha tenido en Rajoy su mejor abogado. Habría podido ser peor. También mejor.
Y 5- La corrupción de las instituciones, que Rajoy tanto critica en la primera legislatura de ZP, disimula en la segunda y, pese a sus promesas, se agrava con él en el Poder. La Justicia, la Corona, la Policía, los partidos políticos y los medios de comunicación han sufrido durante los años de Rajoy, en el Poder y en la Oposición, un desgaste letal. La crisis de 2014, con la abdicación del Rey, el caso Bárcenas, la irrupción de Podemos como alternativa revolucionaria y la de Ciudadanos como alternativa reformista han puesto fin, si las urnas del 20D no lo impiden, a toda una época, la que empieza con la Transición en 1977 y en 2015 puede remediarse o estallar.
Remediar lo remediable, no olvidar lo inolvidable
Tanto en el ensayo como en los artículos queda claro que estos cinco grandes problemas españoles no los ha provocado Rajoy, pero ha estado en el lugar adecuado para conocerlos mejor que nadie y ha tenido la ocasión de resolverlos o, al menos, de intentarlo. Salvo en la economía, donde ha hecho cosas buenas y malas -aunque ha dejado de hacer la fundamental: reducir el volumen del Estado y limitar los desmanes autonómicos-, en todo lo demás, Rajoy ha dejado pasar el tiempo, como si el tiempo no se perdiera, como si los problemas, con el tiempo, no se agravaran, como si el tiempo, por estar él en el Poder, resultara curativo e incluso milagroso. No ha sido así, nunca es así, jamás puede ser así. Lo que no se cura, nos mata.Yo no me arrepiento del apoyo que he brindado a Rajoy –y el libro lo prueba- durante los años más difíciles: los últimos de Aznar y los primeros de Zapatero. Mucho menos, de haberlo criticado desde que en 2008 decidió sacrificar a su partido –al que yo voté siempre - para seguir al frente del PP. Cuando llegó al Poder, aplaudí su promesa de despolitizar la Justicia, clave de toda regeneración. Y cuando traicionó todo lo prometido e ignoró el más elemental decoro en el trato a las víctimas del terrorismo, lo he criticado en voz alta, hasta quedarme afónico. Pero si de algo me siento orgullosamente afónico, en este libro y en estos años de Rajoy, no siempre perdidos porque no se pierde el que no pierde la brújula, es de saber mantener la promesa que le hice a Gabriel Moris: no olvidar lo inolvidable; no olvidar el 11M.
La actualidad del Mal, constante en los humanos y, por tanto, en la sociedad, tampoco nos lo permite. Al hilo de la masacre islamista de París, he resumido todo lo que como españoles y aspirantes a ciudadanos, nunca súbditos, seguimos pidiendo: investigar el 11M. Ahora que nos acecha un islamismo terrorista de verdad, es más urgente que nunca resolver el gran enigma que atenaza a esta España lela que ha invertido en el olvido sin ver que es la más burda de las estafas. Junto a mi hijo David, que ha abreviado el volumen peligrosamente largo del ensayo, he dedicado el libro a Javier Somalo y la gente de Libertad Digital y esRadio, porque si de cuatro de los grandes asuntos que Rajoy deja pendientes tenemos en la hemeroteca, la audioteca y la videoteca algunos de los mejores archivos de España, sobre el quinto, el 11M, no sólo tenemos el mejor, sino, sencillamente, el único.
En fin, hay un acto fallido –no una errata- en el ensayo que confieso que me ha divertido y que los lectores de Freud entenderán. Aunque detallo los años y leguas de los seis presidentes de la democracia –Suárez, Calvo Sotelo, González, Aznar, Zapatero y Rajoy-, digo que son siete. Está claro que, además de no olvidar lo inolvidable, albergo la ilusión –de ella, dice el refrán, también se vive- de otro presidente, el séptimo, que no vendría a perder el tiempo y hacérnoslo perder a todos, sino a recuperar lo todavía recuperable y a remediar todo lo remediable, que es mucho, que es España.
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