miércoles, 21 de agosto de 2013

LA FRACTURA SOCIAL DEL SEPARATISMO NOS LLEVA AL DERRAMAMIENTO DE SANGRE

                                                                                     
         
Los nacionalismos excluyentes están fracturando la sociedad catalana y nos están arrastrando a todos a una situación de tensión creciente que de no rectificarse prontamente, con seguridad desembocará, tarde o temprano,  en derramamiento de sangre.
Es deber de todos los españoles  (especialmente de los catalanes y de todos los que sufrimos las imposiciones sectarias de los distintos nacionalismos secesionistas en Galicia, País Vasco, Andalucía, Navarra… y de forma incipiente en Valencia o Canarias), señalar y proponer una vía de entendimiento social que pueda reconducir la explosiva situación que Cataluña vive actualmente por una senda no violenta, pues de no hacerlo, la sangre que se derrame caerá sobre nuestras conciencias.
 La situación que vivimos es el resultado de las políticas de enfrentamiento social que con criminal constancia y durante décadas,  han impuesto a nuestra sociedad todos los gobiernos que ha tenido la “Generalitat” y que para desgracia de todos, tiende a extenderse por buena parte de España gracias al “café para todos” .  Pero no podemos olvidar que la misma solo ha sido posible por la no menos criminal e insensata TRAICIÓN que ha supuesto para el pueblo catalán y para el resto del pueblo español, la interesada permisividad mantenida por TODOS LOS GOBIERNOS DEMOCRATICOS DE ESPAÑA, que por INTERESES ELECTORALES y PARTIDISTAS han permitido estas políticas de odio, defenestrando políticos que se enfrentaban a ella, financiando sus absurdas actividades, retrasando sentencias judiciales que la frenarían y aun fomentado escandalosamente la misma cuando esta se estancaba, como hizo el más nefasto presidente que jamás tuviera España al “salvar” el “Estatut de Autonomía” …
¿Qué dirá Zapatero si la sangre de jóvenes de uno y otro bando, corre por las ciudades de Cataluña?  
 Desde los albores de la democracia y con el pretexto de la “defensa de la lengua”, los separatistas han creado en Cataluña una agresiva política que iniciaron con la “discriminación positiva” de la lengua catalana sobre la española en la administración pública y especialmente en los colegios, que resultaba excluyente y perjudicial para los catalanes hispanohablantes.
Andando los años y con la permisividad total de los distintos gobiernos de España (tanto del PSOE como del PP), esta política de segregación cultural no ha hecho más que incrementarse y agravarse (escolarización obligatoria en catalán con grave perjuicio de los niños hispanohablantes, textos escolares anti históricos que tergiversan la historia de Cataluña en detrimento de España, exclusión de los certámenes literarios de las obras catalanas escritas en castellano, persecución con multas a los negocios que rotulan en castellano…).
La actual juventud catalana ha sido, sin consentimiento y aun en contra del deseo de la mayoría de los padres, educada en la radicalidad y en el odio nacionalista hacia todo lo español; lo que ha dado como resultado una mayoría joven que se declara radicalmente secesionista, pero que de facto no conoce la historia de Cataluña y que incluso reniega de los valores auténticamente catalanes, como lo son la FE CATÓLICA y nuestra hispanidad. Esa renuncia a la centralidad de nuestro ser, les empuja a una violenta sin razón que nos conduce a todos al desastre.
En contrapartida y en buena medida como reacción, existe otra juventud catalana justamente indignada con este estado de cosas, que al habérseles negado desde el poder la necesaria formación histórica y religiosa, tiende a simpatizar con igualmente odiosos nacionalismos centralistas que reniegan de la catalanidad, en ocasiones xenófobos y en otras de corte laicista, socialista y jacobino, que por extraños a nuestra cultura resultan ambos casi tan dañinos y destructivos para Cataluña (y para el resto de España), como lo son los nacionalismos separatistas…  Son pues los jóvenes, nuestros queridos jóvenes,  lo mejor que tenemos, nuestro futuro y los que construirán el futuro que vivirán nuestros hijos y nuestros nietos, quienes se enfrentarán y derramarán su sangre inocente si nosotros sus mayores, no somos capaces de revertir en respeto y amor, el odio que los nacionalismos excluyentes están desatando en toda España y muy especialmente en Cataluña. 
Se hace necesario proponer a la sociedad española, una tercera vía social y política que impida la peligrosísima polarización de la sociedad catalana y del resto de España, en dos irreconciliables nacionalismos enfrentados (secesionistas por un lado y centralistas de corte jacobino por otro) que los políticos nos proponen, recuperando un marco de convivencia pacífica posible para todos los españoles (también para los nacionalistas catalanes).
Ese marco no puede ser otro que el que surge del reconocimiento de la realidad histórica de Cataluña y del resto de España. Lo que nos lleva al reconocimiento de que Cataluña nunca ha sido una nación, pero también a defender la singularidad de la cultura y de la historia de Cataluña y del resto de la tan olvidada Corona de Aragón.  Porque lo catalán es tan español como lo vasco, lo andaluz o lo castellano y porque todo ello forma la gran riqueza cultural de los españoles y que todos los españoles deberíamos de sentir como propia.
En la misma línea y tanto o más importante que lo anterior, es necesario que todos reconozcamos, creamos en Cristo o no, que la Iglesia y la fe católica han tenido un papel fundamental y decisivo en nuestra historia y que es, en gran medida, el basamento positivo que forjó nuestra historia y nuestra forma de ser y de ver el mundo, hasta tal punto que, como dijera Torres i Bages, “Cataluña será cristiana o no será”… lo cual resulta absolutamente extrapolable a toda España: España será cristiana, o no será.
Este es el camino de la reconciliación para Cataluña y para toda España: El del amor y el respeto mutuo en la verdad de nuestra historiay de nuestra fe, reconociendo las singularidades de los distintos pueblos que forman el gran mosaico que es España, rechazando los odios nacionalistas y la imposición de un estado tiránico de corte jacobino y centralista por igual.
Solo en el camino de la verdad histórica y del reencuentro (o cuanto menos en el reconocimiento) de la fe católica que forjó nuestros pueblos, podremos evitar la confrontación social, el derramamiento de sangre y la fractura de Cataluña.
Por el contrario, los odios extremistas que propugnan los nacionalismos en su engreído intento por construir ficciones y/o nuevas realidades políticas (de ahí que se definan como nacionalistas, que viene de la palabra nacer o “NACIón”, en contraposición al concepto de PATRIA, que viene de padres) que nada tienen que ver con nuestra historia y la patria que heredamos de nuestros padres, nos llevan, lo diré una vez más, al derramamiento de sangre y a la destrucción de Cataluña… y de España.
Llamamos pues a la sensatez de unos y de otros. Os llamamos a todos, a toda la sociedad catalana y a la del resto de España y muy especialmente a la Iglesia, a interponerse entre estos odios nacionalistas destructivos y excluyentes, que como tal son irreconciliables y nos llevan inevitablemente un futuro de desastre y al olor a hierro de la sangre injustamente derramada de nuestros hijos.
Esta es la única propuesta que puede evitar la fractura social en cataluña, la que defendemos en Cruz de San Andrés y la que proponemos al resto de las entidades de UNITS, en contra “dels separats” y de todos los aquellos que propagan odios desde nacionalismos excluyentes.
Desde Cruz de San Andrés invitamos a todos los catalanes que, nacionalistas o no, aman nuestra tierra y su historia, así como al resto de los españoles y de todos los que aman a Cataluña y por tanto a España, a entrar y a participar en la gran plataforma civil por la paz y la reconciliación de todos los catalanes y españoles que es de facto, UNITS.

En Cristo Rey
Efrén de Pablos
Presidente de la Asociación Cruz de San Andrés

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