Por si interés, reproducimos íntegramente el siguiente artículo de Juan Manuel de Prada, publicado en el ABC:
JUAN MANUEL DE PRADA:
La intervención en Siria es un subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una ofensiva contra Irán
EMPECEMOS
por aclarar que en Siria no hay ninguna guerra civil. Los llamados
«rebeldes sirios» no reclaman reformas ni acaudillan ninguna «revolución
popular». Los llamados «rebeldes sirios» no son sino mercenarios y
terroristas reclutados en los parajes más variopintos del atlas,
financiados desde Qatar o Arabia Saudita y con frecuencia adiestrados
por los propios Estados Unidos, que les llevan prestando apoyo logístico
al igual que Israel desde que comenzara el conflicto. Enfrente de
ellos se halla un régimen de corte dictatorial que, al igual que ocurría
con Sadam Husein en Irak o con Gadafi en Libia, se distingue por
ejercer la tolerancia con las comunidades cristianas y por defender los
barrios en los que se asientan de los sanguinarios ataques de los
«rebeldes», que no pierden ocasión de cometer las atrocidades más
espeluznantes contra los cristianos. Si esta chusma no hubiese recibido
incesantes refuerzos, financiación y suministros de armas desde el
exterior, la guerra en Siria habría sido atajada hace tiempo.
Como
los Estados Unidos no pueden proclamar sin ambages que apoyan el
terrorismo en Siria justifican ahora su ataque alegando que el régimen
de Assad ha utilizado armas químicas. ¿Quién puede tragarse semejante
superchería? El ataque con armas químicas ocurrió en Guta, el suburbio
oriental de Damasco, donde Assad mantiene reñida disputa contra los
terroristas financiados desde el exterior. Resulta muy difícilmente
concebible que se empleen armas químicas allá donde se mantienen
concentradas tropas; y resulta directamente rocambolesco que, además, se
empleen mientras los inspectores de armas de la ONU se hallan en el
país. Las armas químicas, evidentemente, han sido empleadas por la
chusma a la que apoya Estados Unidos. Y el intento de justificar tan
burdamente la intervención se incorpora así al repertorio de engañifas
fabricadas por los Estados Unidos en su afán imperialista, iniciado con
la voladura del Maine.
La
intervención en Siria fue diseñada hace mucho tiempo, a modo de prólogo
al ataque a Irán, que es la pieza que en última instancia se pretende
abatir. Las razones que se alegaban para justificarla eran, sin embargo,
tan inconsistentes y la calaña de la chusma que combate a Assad tan
repugnante que tal intervención se había tenido que aplazar. Pero el
peligro de colapso inminente del dólar ha exigido urdir ahora esta
engañifa tan burda. Por aceptar euros a cambio de petróleo fue derrocado
Sadam Husein; por pretender crear una divisa africana fundada en el
patrón oro el dinar fue liquidado Gadafi; por pretender desligar las
ventas de su petróleo del dólar, Irán se ha convertido en la bicha de
los americanos. El problema de fondo es que el dólar, la moneda de
reserva mundial desde Bretton-Woods, está cada vez más desprestigiada;
con una deuda pública mayor que todos los países de la Unión Europea
juntos, cada dólar que imprime Estados Unidos es, a estas alturas, papel
mojado. El colapso del dólar sólo se podrá dilatar mientras se mantenga
como divisa de las transacciones internacionales de petróleo; en cuanto
un grupo de países empezase a comerciar en otra divisa, Estados Unidos
iría a la bancarrota. La intervención en Siria es tan sólo un
subterfugio para desestabilizar aún más la zona y justificar una
ofensiva contra Irán.
«Otra
vez millares de víctimas serán sacrificadas sobre el altar de una
imaginaria democracia», acaba de denunciar paladinamente el Patriarcado
de Moscú. Estamos en manos de una chusma dispuesta a todo con tal de
mantener su supremacía.
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