Estamos en vísperas de la Navidad. Para mucha gente, las peores fechas del año. Debería ser
un día de celebración, el 25. Sin embargo se prolongan durante casi dos semanas, todas unas
vacaciones, lo cual hace que el sufrimiento de muchos se prolongue una
eternidad.
Para quienes peinamos canas, hemos visto tantos cambios en
tan poco tiempo, que es difícil de asimilar.
Ya han dejado de ser unas fiestas cristianas. Es difícil que alguien te desee una feliz
Navidad. Ahora se despachan con un
buenas fiestas. Aquel clima que se
respiraba antes, donde la gente era más buena que de costumbre. Ahora es al revés. Todo es pura hipocresía, en el mejor de los
casos.
Para la gente de bien. En esas fechas se echa de menos a
nuestros ausentes. Lee la prensa, la televisión, escucha la radio y, ni una
sola noticia positiva, ni un rasgo de humanidad. No hace tantos años que por
Nochebuena, ni un bar, ni un restaurante abría por falta de clientela. Las
familias se reunían entorno a la mesa y, la gente solitaria siempre tenía una
silla en algún hogar. Ahora al contrario del anuncio del turrón, no vuelven ni
por Navidad y, los que están se van. Cada uno a su bola. La Navidad es
cualquier cosa, menos la conmemoración del nacimiento de Jesús, nuestro
salvador. Se ha impuesto el rojo de Papa Noel frente al Belén. Los adornos de
las calles son más propios de una discoteca que de una celebración religiosa.
Confieso que siempre estas fechas me han deprimido
mucho. Pero ahora, me resulta
imposible. Las redes sociales, son el
espejo de nuestra enferma sociedad. Veo
cada día las llamadas de más gente que, su buen corazón los lleva a apiadarse de
los peludines. Están saturados, impotentes de poder hacer frente a la cantidad
de abandonos. Muchos hallados en contenedores o en plena carretera. Llega ya un
momento en que he perdido la fe en el género “humano”. Las residencias no dan
abasto. Nuestros abuelos abandonados a su suerte, en la más absoluta soledad.
Cuando en mi muro cuelgo a ancianos tratando del tema del abandono, muy pocos
me gusta clickan. Me imagino que muchos de mis “amigos” se sentirán aludidos y,
por ende incómodos de removerles la conciencia.
Percibo claramente el deterioro del género humano, en mil y
un detalles. Sobre todo de los más jóvenes que como dominan las nuevas tecnologías,
se creen inteligentes y, tratan a la gente que hemos vivido, como tontos. Creen
que nos engañan. En mi juventud llegue a enviar 350 felicitaciones de Navidad
y, no menos de doscientas recibía. Hoy, solo recibo una. Luego se paso a una
llamada telefónica de compromiso y, luego los sms. Ahora se te inunda el muro
de postales navideñas que saludan a todos en general y, a nadie en particular,
esperando que clickes un “me gusta”.
La vida es de los jóvenes. Ellos que se creen los reyes y,
los mayores que les siguen el juego.
Antes los ancianos, nuestros abuelos, eran el centro de la casa, por su
experiencia, sabiduría y, por que las fuerzas le flaqueaban. Hoy los viejos estorban. Eso sí, con la
crisis, a muchos se ha recuperado para vivir de su pensión o, para alojarse en
su casa, forzados por la situación. Incluso muchos los han sacado de la
residencia donde los abandonaron, única y exclusivamente por egoísmo.
La gente se había instalado en un lujo que no le correspondía.
Se empeñaron hasta las cejas para poder blasonar ante los amigos y,
vecinos. Se compraban coches de alta
gama para estar a la altura de los jefes, vacaciones se hacían contando kilómetros,
cuanto más lejos más se fardaba. Segundas residencias, ropas de marca. Materialismo puro y duro.
Este año ha sido duro y, se respira en el ambiente y, por
más que los gobiernos de turno pretendan engañarnos. La crisis no ha tocado
fondo. Ni hay luz al final del túnel,
porque no es tal túnel, si no un pozo sin fondo. Nunca había visto tanta resignación y
borreguismo puro. Ya la gente ha perdido
agallas, dignidad. Nunca vi tanto pánico en el comportamiento de la gente.
Nadie osa enfrentarse con los bancos, ni contra los gobernantes, ni contra los
patronos, ni siquiera al encargado. Gente enferma trabajando hasta el ingreso.
Y, dicen que estamos en democracia y, que el Generalísimo era “mu malo, mu malo”.
Y, los borregos a pesar de los ataques de pánico, de tragar carros y carretas,
van al dictado de los caciques. Minutos antes de suicidarse, siguen creyendo
que este sistema vil y corrupto, es lo mejor que nos puede pasar.
Todo está prohibido. Todo está multado. Las administraciones
dan un trato vejatorio a sus ciudadanos. Les recortan todos los derechos,
incluidos los de sanidad que, es lo último que debería hacer un gobernante
legitimado. Nos han envilecido. La crisis es moral, de valores y, como
consecuencia de ello, hay que añadir la económica y, laboral. Y, en vez de
rectificar. De echar marcha atrás y, desandar lo andado. Cada vez estamos más
cerca del abismo. Si solo fuese una crisis económica, con la cantidad de gurus
con doctorados en economía, ya estaríamos viendo esa luz al final del túnel.
Los muros de las redes sociales, están saturados de frases
elocuentes que son cascara vacía. Se evacua con frases atribuidas a la misma
gente y, con ello, ya cree que se han resuelto los problemas que nos envuelven,
pero que ni siquiera aquellos que las cuelgan, se lo creen. Solo vivimos de teorías,
cuando estamos anémicos de realidades. Luego hay los puristas y, eruditos. Aquellos que no hacen más que presumir de
datos y citas, que se erigen como infalibles y, fuera de ellos está la
perdición. Esos maleducados que, no se dignan ni poner un “me gusta” nunca, porque
sería como bajarse de su pedestal. Con
las nuevas tecnologías hasta el más tonto hace relojes. Feliz Navidad a los hombres y, mujeres
humildes y de buen corazón.