Son tiempos que, como nunca han estado tan complicados. Antes todo estaba al alcance de la vista. Ahora que existen multitud de medios de comunicación y tecnologías punta que se puede dar una vuelta al mundo en tiempo real. Ahora es cuando el ser humano esta más desinformado, desorientado, confuso y engañado.
Antes una guerra se libraba en los campos de batalla, con los bandos combatientes perfectamente identificados. Ahora las guerras se libran en las calles, en las escuelas, en el trabajo, en los barrios y hasta en la misma escalera. Ahora ya no se distinguen ni quienes son los buenos ni quienes son los malos. Las guerras son silenciosas y no tienen ningún frente. Si se hiciera un análisis profundo, podríamos decir que todos estamos en guerra. Se están desarrollando guerras que ni en las calenturientas cabezas de novelistas y guionistas, elucubrarian ni en sueños. Esposos contra esposos, hijos contra padres, alumnos contra maestros, pacientes contra doctores, feligreses y religiosos-as contra la propia Iglesia. Y todas esas guerras se diseñan e impulsan desde despachos. De esos despachos que se han propuesto esa guerra del “todos contra todos”.
Aquellos que se proclamaban “pacifistas” en la práctica resultan ser los más violentos y guerreros. Cuando les interesa se escandalizan por una guerra declarada como la de Irak, pero son los mismos que callan y apoyan esas guerras africanas de nunca acabar. Son los que se estremecen por los cien mil muertos de Irak y, sin embargo esa cifra de muertos la exigen como derecho cada año con el aborto. Son los que simpatizan con el terrorismo de su pelaje e ideología y, luego llaman genocida a quienes les juzga.
Las guerras son innumerables. Las vemos cada día en esos programas de televisión basura, donde los desaprensivos de la cadena, los contertulios que se erigen como un alto tribunal que juzga y condena a su antojo, los delatores calumniadores que previo pago, son capaces de arruinar la vida y la honra de una persona, destruir una familia y llevar a la ruina y suicidio a personas de bien.
Hay las guerras entre los partidos políticos. Estas son sin cuartel. A todas horas y en todos los medios. Imparten la mentira y la repiten hasta la saciedad con la única finalidad de crear adeptos y desafectos al contrario. No hay límites para conseguir estos objetivos.
Hay guerras en los propios partidos y, al final se impone el que menos escrúpulos tiene, el que más zancadillas y dossieres infringe al rival.
La lista se haría interminable. Pero hay una que esta dentro de todas las guerras. La guerra de las palabras. Al execrable crimen del más inocente, se le denomina “interrupción voluntaria del embarazo” cuando su denominación es el aborto. Llamar misión de paz a un bando combatiente. Denunciar golpismo a quienes solo hicieron que defenderse de una guerra que no empezaron ellos. Memoria histórica o reconciliación en boca de los violentos que buscan la revancha y el enfrentamiento.
Nunca el mundo había vivido una guerra mundial como la que se esta librando ahora. Una guerra silenciosa que alcanza hasta el último confín de la tierra. Nunca el mundo había conseguido que diariamente muriese más gente por violencia. En cualquier calle, cualquier escalera o vivienda a cada momento se libra una guerra de la cual cae una victima. Los niños de la guerra se encuentran entre las aulas, solo que es noticia cuando las victimas son múltiples.
Esas guerras silenciosas, van en aumento cada día, porque jamás la humanidad, los pueblos, habían estado regidos por personajes nacidos en esas guerras. Gente que nació entre la violencia de un sistema corrupto y corruptor y, se fue entrenando y forjando en la escuela de la violencia que es un partido político o una organización sindical. Aquella saga de violentos del mayo Frances ya no están en el poder, han dejado paso a sus hijos que no han conocido otra cosa. Así que el mundo esta irremediablemente perdido. Ni siquiera tienen el referente de una Iglesia que esta en guerra contra si misma.
Y como quienes mueven los hilos del mundo, no dejan ningún cabo suelto. Aparte de la guerra psicológica en Internet, inventaron las “redes sociales” para amordazar a aquellas personas que podían estar libres de contaminación. En esas redes descargan toda su rabia y su furia, en vez de hacerlo en la calle y, como a esos crios que les ponen una mesita con cuatro folios y lápices de colores para que no molesten, ellos se acuestan cada noche dejando cuatro comentarios y gritos de ritual, con los que poder acostarse con la conciencia de haber hecho un acto heroico. Así lo poco bueno queda aislado y alejado de la opinión pública y de toda acción política practica. Ya son legión los patriotas cibernéticos. Mientras el enemigo ha ganado todas las guerras.
Por Emilio Utges Huerta
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