EL CERRO DE LOS ÁNGELES HISTORIA
A 10 Km. del centro de Madrid en
el pueblo de Getafe esta el Cerro de los Ángeles considerado el centro
geográfico de España (en realidad de la península Ibérica), en lo alto del
cerro fue colocada la grandiosa escultura del Sagrado Corazón de Jesús
construido por el arquitecto Carlos Maura Nadal y el escultor Aniceto Mariñas,
e inaugurado por SM Alfonso xiii
en el año 1919.
Apenas empezada la Guerra de Liberación Nacional,
el 23 de julio de 1936 cinco jóvenes católicos (según infocatolica, todos eran menores de 25 años) que guardaban el
cerro fueron asesinados por intentar defender el monumento del
ataque de los milicianos , que se dedicaron a destruir el monumento primero a
mano luego lo bombardearon con una pieza de artillería y como no conseguían
derribarlo lo volaron con dinamita, tras dejar la famosa foto del
fusilamiento del Cristo, bautizando como el cerro rojo y empezando su
fortificación.
LAS DEFENSAS
LA CONQUISTA
En noviembre las tropas nacionales en su avance hacia Madrid, toman el cerro en enero de 1937, un contraataque republicano pretende recuperarlo pero un nuevo contraataque nacional lo aplasta. Así queda reflejado en el artículo que escribe en febrero de 1937 Pablo Sigüenza en la revista "fotos”
GETAFE, CONQUISTADO
Con
que ímpetu nuestras tropas han avanzado hoy sobre el pueblo vecino a la Capital
de España. Nunca les he visto con tanto empuje de la toma de otros pueblos aún
siendo de más importancia, quizá sea porque este es el que más cerca está de la
ciudad en donde todos los españoles tenemos algo y todos tendremos más cuando
el glorioso movimiento de por terminada su victoria sobre el comunismo.
Verdad
es que hoy hemos sufrido mayor resistencia. Los rojos saben que la pérdida de
Getafe es un golpe de contundencia dura para los que sostienen la presión de nuestro
pueblo, pero la tropa de España, como siempre, ha sido más fuerte que el
adversario, ha saltado las barreras y ha atropellado sus fueros.
Hasta
mañana no podré detallar los destrozos de los rojos. Son las nueve de las noche
y se está tomando el Cerro de los Ángeles.
A LA CONQUISTA DEL CERRO
Después
de la toma de Getafe, nuestras tropas avanzan unas hacia Villaverde, otras
sobre el campo de aviación, protegiendo este flanco a la columna [ilegible],
que ha de tomar la codiciada posición del Cerro, desde la que están
hostilizándonos.
Dicen que la caballería viene desde Pinto atacando con el éxito que, ya por lo constante, parece una cosa vulgar en nuestro ejército.
Dicen que la caballería viene desde Pinto atacando con el éxito que, ya por lo constante, parece una cosa vulgar en nuestro ejército.
Yo
solo sé, que sobre las llanuras del aeródromo, protegiéndose unas veces en los
hoyos que los proyectiles han hecho, otras a cuerpo limpio entre las balas
comunistas, sigue la tropa. Ya las primeras guerrillas han atravesado la vía
para atacar de flanco a la estación.
Llegamos
a la estación que dista tres kilómetros del pueblo y, más de dos para llegar al
Cerro, en donde ya se aprecian las huellas o, zarpas de las hordas sin Dios y
sin entrañas.
Ya se
ve perfectamente como los milicianos no aguardaban a los soldados de Franco
para rendir cuentas ante el Tribunal de España. Desalojan sus trincheras,
mientras en carrera triunfal, nuestra bandera empieza a subir el Cerro para
imponer la paz en la guerra, el honor en los hombres y el respeto a las artes y
las cosas.
Sabíamos
de antemano la suerte corrida al monumento del Sagrado Corazón de Jesús, que
gloriosamente fue elevado en el Cerro de los Ángeles sobre el punto central de
nuestra España querida; sabíamos que después de simular la ejecución de su
fusilamiento lo habían derribado con un cañón de artillería.
Lo que
no sabíamos es el ensañamiento con que han actuado después de haber derribado
el monumento ¡Que salvajes!
Están
martillados los rostros de las figuras, barrenados los ojos de otros y, en total
completamente partidas las molduras de los cuerpos representativos del pueblo
que va a adorar al Sagrado Corazón. Presentía tal proceder y quizá por esto
seguí a las tropas que habían de rescatarnos los escombros divinos, más que con
deseos, con ansia de estar entre ellos.
EN EL CERRO
Hace
un momento que los soldados han trepado sobre las trincheras de cemento que los
rojos construyeron para defender esta posición, aunque de nada haya servido su
defensa, todavía no han establecido en sitio fijo los bártulos de guerra. Los
caballos descansan en grupos en la llanura protegidos tras los edificios que lo
poblan. Los jinetes alrededor de estos benditos cascotes, contemplan indignados
la cobarde acción de los impíos, traidores al destino de su Patria y a la raza
de su sangre.
-¿Qué
le parece?- me pregunta un oficial de caballería
-¿Qué
quiere usted que me parezca?
Ya
suponía la tragedia de su obra, no podía ser otra. Sus instintos eróticos o
demoledores no podían dejar o devolvernos una santa imagen en la que tenía
puesta la devoción todo un pueblo cristiano y muchos de los que entre ellos le
blasfemaban.
-Tiene
usted razón, -me dice el oficial, que había cogido del suelo la mano de una de
las figuras- nada bueno se puede espera de quien no lo es.
Después
coloca el fragmento y lleno de indignación repite “cobardes”.
El
monumento se aprecia perfectamente como fue derribado. Primero lo intentaron
con la artillería, y como ésta no hiciese sino impactos con escasa profundidad,
entonces, procedieron al perforamiento con barra, en donde introdujeron gran
cantidad de dinamita y ésta fue la que hundió la gigante estatua.
La
impresión es horrible. Todas las figuras que quedan en pie están incompletas,
entre éstas, brazos y cabezas de otras, que después de estar hundidas fueron
desfiguradas a martillazos.
Tras
todo este montón de santas piedras rotas, una mole tremenda de hormigón
estucado, clavada una esquina en la tierra, intacta, muestra aún las letras de
“España”, el “yo reino en” lo han confundido en pedazos que nos
ha sido imposible hallar.
La
piedra que componía la imagen del Corazón de Jesús, está tan destrozada, que
nadie podrá unificarla, ni apreciar en ella la expresión de sus vestidos, y la
cabeza... Vedla reproducida por el objetivo. Parece una piedra que de rodar y
rodar se ha destrozado.
Ya en
ella no se aprecia el gesto de piedad y perdón con que nos miraba; es una
calavera tratada por un monstruo, que después de descarnarla, masticó los
huesos de su cráneo.
Todo
es un montón de escombros que hoy parecen de oro porque el sol los dorifica con
el fuego de su luz, pero mañana será el cementerio donde los restos de la
gloriosa imagen yacen rotos y amontonados entre la hierba que la tierra en
donde se sostienen, críe.
Los
soldados, todos los que no ocupan posiciones, recogen los pedazos destruidos y
los amontonan, todos quieren cicatrizar la herida, que con el dardo envenenado
que los judíos les prestaran, nuestro Padre Jesús ha vuelto a ser mutilado por
los descendientes de los que en el Monte Calvario le crucificaron.
También
yo recojo trozos de Jesús y los amontono, también rezo con más fe y más
devoción que cuando en su pedestal bendecía a quienes llegaban a sus pies
implorando el perdón de los pecados.
Todo
el Cerro está rodeado de una pared construida a modo de trinchera, pero está
hecha con los pedazos de piedra benditas que no han de volver a ser lo que
fueron aunque siempre serán reliquia de lo que han sido.
También
la Ermita de nuestra Sra. De los Ángeles ha sido saqueada, si no toda una parte
derruida. La torre del sector Madrid la derribaron con la artillería, para que
les sirviese, en la falda del Cerro, sus derribos de parapeto en la lucha con
los soldados de España.
Todo
está minado. Por todas las vertientes, además de las trincheras, quedan
intactas las cuevas hechas para descansar, en donde colchones y mantas, todavía
con las etiquetas entre la tierra no han sido recogidos.
Nada
más inhumano, no nada más cobarde que esta saña ejecutada contra quien, por
haber sabido morir en la Cruz, no podía intentar su defensa.
Destrozado,
si pero es el mal de todos los españoles y de todo el que sin ser español sea
cristiano, vivirá siempre.
Volvemos
a mirar los escombros de oro, porque el sol los dora con el fuego de su luz.
Volemos a contemplar las ruinas que ayer fueron gigante monumento y, que
esperamos vuelvan a ser pronto reconstruidas, para orgullo de los que sabemos
reconocerle como Rey del Imperio de nuestras almas, como Rey del Imperio de la
religión de España.
Cerro
abajo, nos alejamos de los benditos cascotes, entre los que yace roto el
Sagrado Corazón de Jesús; entre estos cascotes que se han convertido en
trinchera, desde donde nuestro gloriosísimo Ejército ha de defender la
hegemonía de nuestra Patria, que ha de llevar a todos los españoles la Patria
el Trabajo y la Justicia.
Cuando
descendemos por las vertientes del Cerro, brazo en alto, los soldados y
camaradas que ocupan los reductos de las trincheras y escondrijos de los
enemigos de la Ley, del Derecho y de la Patria, nos preguntan.
Uno de
ellos me dice:
- ¿Han
visto Uds. Como ha quedado el Corazón de Jesús?
- Si,
lo hemos visto, y nos llevamos documentación gráfica para enviar al Mundo la
verdad de la causa de nuestro motivo. Que sepan bien por qué nosotros nos
peleamos y porqué en la trinchera o a cuerpo limpio sabéis morir y matar. Quizá
no nos quieran comprender.
- Hoy
–me dice un soldado de Cazadores mientras se alzaba el casco para mejor verme-
quizá tenga Usted razón y no nos comprendan pero cuando vean nuestra obra que a
la par de la reconstrucción, llevamos a cabo en España, llenos de envidia
vendrán a admirarnos y nosotros, entonces, les diremos: “Esta es España y estos
los españoles que locos de amor, en un momento de orgullo, trazaron sobre el
ritmo de la Historia la más gloriosa gesta que en el correr de los siglos se ha
conocido en el Universo”.
- Me
gusta su oración. ¿Qué profesión es la suya?
-
Licenciado en Filosofía y Letras
-
¿Lleva usted mucho tiempo de campaña?
-
Desde que empezó. Y puede Usted asegurar que hasta que me maten o termine esta
Cruzada.
-
Estrecho la mano de este caballero de armas y, después, la de sus compañeros
que, al grito de ¡Arriba España! Me despiden.
Sigo
bajando, casi por el mismo camino que he subido, haciendo miles de reverencias,
porque cada vez que suena una bala, inclino la cabeza, cual si pasase el
Santísimo… (Es precaución)
Al acabar la guerra se crea
"la obra nacional del cerro de los ángeles " que abre una
suscripción popular para reconstruir el monumento, siendo el Caudillo uno de
los primeros con 50.000 pesetas para dar ejemplo, para ello también se
crean los primeros viernes nacionales, peregrinaciones religiosas desde todas
las partes de España, para recaudar fondos para la obra, eran organizadas por la junta
española nacional de peregrinaciones, "para pedir a Dios por España y la
paz del mundo”.
Cada peregrino pagaba 14 pesetas
y reciba la medalla del peregrino que nos ocupa el billete de tren y un carné
para un descuento del 40% en los ferrocarriles.
El monumento después de diez años
de trabajos fue reconstruido acabando en 1968.
Martin Nieto